Hoy resolví un conflicto que hubo
con un alumno de clase que tiene actitudes prepotentes y se excusa diciendo que
su forma de ser es muy agresiva y que no puede controlarlo. Sinceramente opino
que sí puede controlarse, pero que él mismo tiene esa etiqueta de que no puede
y no lo intenta si quiera. Me niego a pensar que una persona no pueda mejorar
su conducta, y más cuando se trata de tener paciencia para tratar con sus
semejantes. No me gusta que entre niños haya palabras de prepotencia, burlas
crueles o menosprecios, y no he podido evitar intervenir hoy. Por otro lado la
niña que me comunicó el altercado he de decir que era una persona con mucho
tacto, yo diría que posee una gran inteligencia de carácter social y emocional
( cosa que no puede reflejar de manera alguna en las notas académicas).
Me sorprende y conmueve observar
la formación de la sociedad desde sus nidos llamados aulas. Aquí veo e incluso
transformo el futuro de la sociedad. Estoy aprendiendo de forma más
significativa que nunca el valor de mi vocación y mi labor como docente:
transformar el futuro, pero también observarlo en muchas ocasiones con
impotencia y rabia. Desde que son pequeños se ve en algunas personas como
suaves trazos de lo que se denomina en ocasiones maldad, éstos empiezan a aflorar
en su interior y terminan creciendo, en muchas ocasiones, porque personas
externas al colegio influyen más en estos alumnos que el propio centro
educativo y los valores que los maestros intentamos inculcarles.
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